viernes, 17 de diciembre de 2010

SOBRE LA NAVIDAD Y ALGUNAS DE SUS HISTORIAS

Ya está aquí la Navidad , una vez más, aunque cada vez con menos fuerza, las calles se llenan con los sonidos de los villancicos de siempre, los escaparates de las tiendas se adornan con cintas de vivos colores y papas noel de rojo chillón prestan su colorido junto a pequeños nacimientos que aún nos recuerdan que , aunque casi olvidado en el fondo del torbellino consumidor de estos días, se trata de una festividad religiosa en la que los cristianos celebran el nacimiento de su salvador.

Aún recuerdo las ya lejanas navidades de mi infancia, ¡como se desliza el tiempo sin que apenas nos demos cuenta!, en las que celebrábamos la Navidad con toda la familia en el pueblo. Les recuerdo en aquellos años en los que a mis ojos la Navidad era un tiempo mágico en el que sucedían cosas extraordinarias. Mi abuela ponía un gran nacimiento que ocupaba toda la mesa, con sus pastores que acompañaban a dos o tres ovejas que eran más grandes que ellos porque no pertenecían al mismo belén, un río de plata atravesaba los prados de musgo emblanquecidos con harina que simulaba nieve, palmeras y cactos de plástico se apiñaban alrededor de molinos de cartón, mientras los Reyes Magos recorrían un camino de serrín hacia el portal donde aguardaba el Niño Jesús junto a la Virgen María y San José y , sobre ellos, una estrella recortada en papel dorado anunciaba la buena nueva. Y me acuerdo como me pasaba horas mirando aquel pequeño mundo de figuras que en mi cabeza hablaban y se movían llenando de magia el salón.

Belén
¿Quién no recuerda los nacimientos que de niños presidían nuestras casas?

Conservo en mi mente las imágenes de aquellas cenas de Navidad  cuando nos sentábamos todos juntos en la mesa, mi abuela sacaba el mantel especial de Navidad y poníamos la mejor vajilla  .La mesa se llenaba de dulces navideños que yo devoraba y , casi siempre, mi abuela terminaba derramando alguna lágrima recordando a la gente que ya no estaba. Una vela presidía la cena y , desde mis ojos de niño, todo me parecía perfecto y me sentía feliz, con esa felicidad pura y limpia que sólo pueden sentir los niños .

Hoy casi todas las personas que se reunían en aquella mesa ya no están, hubo años duros y momentos dificiles y la ingenuidad de aquellos tiempos desapareció en parte junto con la infancia y la juventud. Pero aunque lo que digo va en contra del signo de esta época escéptica y pragmática, yo sigo sintiendo el espíritu de Navidad y espero no dejar nunca que muera. Mucha gente critica estas fechas , y con razón, porque se han convertido nada más que en una excusa para consumir y porque personas que viven solas aún sienten más su soledad estos días. Se critica la hipocresía con la que parece maquillarse nuestra mezquindad, deseando lo mejor a quién mañana volverá a ser nuestro rival , fingiendo por obligación una felicidad que no nace del corazón sino que es una máscara que oculta los auténticos sentimientos.

Seguro que esas críticas tienen mucho de cierto, pero yo no veo nada malo en tratar de recuperar la sensación de hermandad que se vivía antes por las calles, cuando la gente sonreía a un desconocido deseándole una Feliz Navidad , cuando por unos días las diferencias y las disputas se apartaban y todos hacíamos los mejores propósitos para el nuevo año , renovando la esperanza en un mundo mejor. Será ingenuo pero ¿por qué no recuperar esa ingenuidad?

En estos tiempos difíciles y desesperanzados, más que nunca, necesitamos aquello que nos devuelva un rayo de esperanza en el ser humano, en la bondad, algo que nos devuelva la ilusión de un mañana en el que todo puede ser mejor. Y pienso que aunque los deseos de ser mejores personas,de ser más buenos se nos olvidan pronto, algo siempre queda, porque los buenos sentimientos dejan su huella y , sin que nos demos cuenta, nos transforma. Porque la Navidad no es darse un atracón de comida, ni hacer regalos caros, no , la Navidad es lo que decía el actor americano Bob Hope "mi idea de Navidad es muy simple, amar a los demás"

Y si somos capaces de mantener un poco de ese amor hacia los demás durante el resto del año, si unas pocas personas ven transformada su vida y nosotros conseguimos ser algo mejores, sólo por eso habrá merecido la pena conservar la Navidad. Si algo hace falta en nuestro mundo es un poco más de humanidad, más bondad y caridad con los demás ,aunque estas palabras se consideren pasadas de moda. Y aunque recordemos con tristeza a los que ya no están alegremonos por haber compartido días dichosos con ellos y recuperemos la felicidad de estar vivos aquí y ahora, junto a las personas que amamos.

Por eso, aún viviendo solo, pondré mi nacimiento y un árbol que recuerde en mi hogar que es Navidad y que en unos días me reuniré con mi pequeña familia y quizás el día de mañana yo mismo forme un hogar donde pueda transmitir la alegría de la Navidad que de pequeño me hicieron sentir , la magia de aquellas noches que nunca podré olvidar

Pero ya sabéis, los que tenéis la inmensa paciencia de leerme, que siempre me gusta poner una nota histórica a estos artículos, así que , después de haberme puesto tan sentimental no estará de más que echemos un breve vistazo al origen de algunos de los elementos que son inseparables de la imagen que tenemos de la Navidad. Otro día veremos más, ya que excede del espacio de este artículo

Para hablar del Árbol de Navidad tenemos que remontarnos al siglo VIII. Allí nos encontramos con el obispo de Maguncia, Bonifacio. Bonifacio había nacido en Devon, en la actual Inglaterra, en 675 y en 716 había emprendido un primer viaje de evangelización por tierras de Frisia, en la actual Holanda. Aunque este viaje fracasó ,el papa Gregorio II le encargó la evangelización de los pueblos que se hallaban al este del río Rin y en 722 es consagrado como obispo de los germanos , fundando en los años siguientes numerosos monasterios .
La tradición del árbol de Navidad que hoy decora millones de hogares nace en las tierras germanas del siglo VIII
  
Durante uno de sus viajes por tierras germanas, un día de Navidad, Bonifacio decidió talar un roble,símbolo sagrado de los druidas, para demostrarles que no era más que una superstición. Cuando el roble cayó al suelo derribó en su caída a todos los arbustos que se encontraban a su lado , excepto a un pequeño abeto que permaneció en pie. La supervivencia del árbol fue interpretada por Bonifacio como un mensaje divino y bautizó al abeto con el nombre de "Árbol de Niño Jesús". Los cristianos alemanes no tardaron en adoptar la costumbre de adoptar un abeto para las fiestas de Navidad , una tradición que seguimos hoy millones de personas.

En cuanto a Bonifacio, si alguno se queda con curiosidad, os diré que en 754, cuando ya alcanzaba la avanzada edad de 80 años, reune fuerzas para emprender otro viaje de evangelización a tierra de los frisios, pero no son bien recibidos. El 5 de junio de ese mismo año, Bonifacio y sus 50 acompañantes serían asesinados por los frisios.

Todos hacemos regalos en estas fechas, pero seguro que no solemos preguntarnos el origen de esta costumbre. Pues en este caso tendremos que viajar hasta el Imperio Romano, pues allí  era costumbre regalarse durante las fiestas conmemorativas del año nuevo tres higos secos adornados con hojas de laurel y ramitas de olivo además de unas pequeñas lámparas en las que se escribía de forma fabulada algún buen deseo para el nuevo año que iba a iniciarse. Parece ser que en esta práctica nació nuestra tradición del regalo navideño.

En cuanto a la elección del 25 de diciembre como fecha central de Navidad, por ser el día en el que la Iglesia ha fijado la fecha del nacimiento de Jesús, fue obra del papa Telésforo en el siglo II , aunque algunos historiadores afirman que esta no se celebró en esta fecha hasta el año 440. Para explicar esta elección, tenemos que remontarnos un poco antes, cuando en el inicio del Imperio Romano se extiende entre sus legiones el culto de una divinidad de origen iranio llamada Mitra.

Imagen de Mitra, culto que se extendió por todo el Imperio Romano gracias a sus legiones y cuya doctrina es asombrosamente similar al cristianismo
Esta creencia, que tuvo gran éxito en el Imperio, tiene muchos puntos en común con el cristianismo, algunos de ellos sorprendentes. Mitra era hijo de una mujer Virgen a la que llamaban Madre de Dios, su misión era convertirse en el vínculo entre el Cielo y la tierra y había sido enviado a la Tierra por su padre para lograr  la redención de los hombres. Las coincidencias no acaban aquí, porque los mitraístas creían en la resurrección, en el cielo y el infierno, en la comunión del pan y el vino y , además, su día sagrado era el domingo. Pero para lo que nos ocupa aquí, lo esencial es que la fecha de nacimiento de Mitra era el 25 de diciembre en una oscura cueva, donde los primeros en encontrarle fueron unos pastores que también fueron los primeros en adorarle llevándole como regalos oro , incienso y mirra.

La Iglesia Católica, como ya había hecho con otras prácticas del paganismo, fue adueñándose de estas tradiciones convirtiéndolas en propias, y una de ellas fue considerar el día 25 de diciembre como la fecha de nacimiento de Jesucristo.

Y aquí termino este artículo , deseando que tratéis de ser felices no sólo en estas fiestas, sino en todos los días del año, que los deseos de ser mejores no se queden sólo en deseos, que al menos seamos aunque sólo sea un poco mejor que el año pasado y ,entre todos, construyamos un mundo en el que merezca la pena vivir. Como escribía Harlan Miller "Ojalá pudiéramos meter el espíritu de la Navidad en jarras y abrir una jarra cada mes del año para que su espíritu estuviese siempre presente". No digo yo que lo metamos en jarras, sino en nuestros corazones y llevemoslo con nosotros donde quiera que vayamos. 

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